Durante los últimos 30 años el mundo ha evolucionado hacia los envases no retornables. Esto ha ocasionado muchos problemas medioambientales, aunque se nos ha intentado convencer de que el reciclaje era la solución. Solo teníamos que llevar los envases al centro de reciclaje y todos nuestros pecados serían perdonados.
Existen dos formas de curar una enfermedad, tratar los síntomas la actual (reciclaje) o encontrar una vacuna (reutilización).
¿Pero cuál es la fórmula que tenemos que encontrar para nuestra vacuna?
Para mi, los envases han tenido un problema durante los últimos años; no se cuantifica su precio.
El consumidor recibe los envases “gratis” o al menos esa es la percepción que tiene, porque el precio del envase está incluido en el precio del producto. Medidas como la publicada en el real decreto 293/2018 que establece la obligatoriedad del cobro de 5 a 15 céntimos por bolsa.
Según Newtral, después de la prohibición de la entrega gratuita de bolsas de tipo ligero en los comercios en 2018, en España se ha reducido un 23,67 % nuestro consumo general de estas bolsas en un año.
Lo mismo sucede con los envases comerciales e industriales. En muchas ocasiones el envase está incluido en el precio del producto. Al no estar cuantificado en los albaranes y facturas las empresas receptoras de los envases no les dan valor. El envase pasa a ser un residuo, perdiendo todo su valor.
Ejemplo con palets
Un palet tipo 80x120 EUR nuevo cuesta sobre 17,50 €. Usado pasa a 11,50 € y se suele comprar por las empresas de recuperación sobre 6 a 8 €.
No estoy diciendo que las empresas de recuperación se estén lucrando en exceso, hay muchos costes: recogida, clasificación, reparación, gastos generales, otro transporte. Y este es el mejor de los casos. Si el palet va a vertedero tendrá un costo, con lo que el receptor del palet además tendrá que pagar un precio por la gestión del envase.
Hasta ahora la ley anterior 22/2011 de residuos, en el caso de envases industriales y comerciales traspasaba la obligación de gestionar los residuos al poseedor. Esto liberaba de toda responsabilidad al productor de producto (envasado). Salvo unos pocos grandes consumidores de envases comerciales e industriales como automoción, algunas grandes cadenas de supermercados como Mercadona, no se podía elegir el envase en el que nos entregaban la mercancía. El resto se tenía que conformar con el envase mas conveniente para el envasador.
De esta forma el envasador enviaba un envase industrial o comercial no valorado, que el consumidor no podría devolver y recuperar el valor del envase, perdiendo hasta el 120% del valor de envase (valor + gestión del residuo), y esto nos parecía normal.
Por supuesto, sectores como la automoción exigen a sus proveedores una serie de envases muy específicos, preparados para optimizar la mano de obra, eliminar la máxima pérdida posible, en muchos casos generando 0% de residuos en el proceso. La automoción tenía muy claro quien paga el envase. El consumidor final.
La nueva normativa, ley de residuos 7/2022 y real decreto de envases 2022-22690 va a establecer unas nuevas reglas del juego, donde “el que contamina paga”. La nueva normativa hace responsable de la gestión y financiación de los envases a la persona o empresa que introduce los envases en el mercado, “el productor de producto” (envasado). Ahora ya no es responsable de gestionar y financiar los envases el poseedor, lo es el productor del producto.
La normativa también establece una diferencia entre los envases de un solo uso y los retornables. Los retornables tienen que estar integrados en un SDDR o sistema de depósito, devolución y retorno.
¿Cómo funciona un SDDR?
Lo primero es certificar con la norma UN 13429 que los envases son aptos para un SDDR. No vale, “porque yo lo digo”.
Es un sistema por el que a los envases se les da un valor de depósito, que no puede ser superior a el precio de reposición del envase, y que debería ser lo suficientemente alto para que cumpla su función “incentivar la devolución”. Este sistema no es nuevo, se lleva usando muchos años. Según Wikipedia se inició en 1984 en Suecia, pero seguro que es tan antiguo como el propio envase.
El SDDR moderno tiene su origen en Suecia, donde se puso en marcha en 1984. (Wikipedia).
El poseedor del envase puede recuperar el depósito siempre que entregue el envase en perfecto estado
¿Qué ha cambiado?
Pues simplemente que hemos valorado el envase y le hemos dado al consumidor final la opción de devolverlo recuperando el precio.
Si no está cuantificado el valor no existe.
Recordemos; el envase lo paga siempre el consumidor final. Con los sistemas de SDDR, el consumidor final puede recuperar el precio del envase.
¿Entonces cómo afecta esto al envase?
Al igual que nadie compraría una casa o un coche que se rompiera tras utilizarla solo 1 vez, cuando los envases pasan a ser retornables, se mejora su calidad y su durabilidad.
Pasamos a valorar el envase desde el punto de vista de un solo uso, a valorarlo desde otros puntos de vista:
- Durabilidad
- Fácil reparación
- Bajo mantenimiento
- Coste de retorno bajo
- Reciclabilidad
- Etc.
Muy parecido a los que hace un transportista profesional a la hora de valorar la compra de un nuevo vehículo, tendrá en cuenta el coste por KM, no solo el coste del vehículo.
Recapacitando sobre la importancia de darle valor a los envases, que cuando son retornables pasan a ser un activo. Creamos TRACK LOOP, nuestra app de tracking para envases retornables, donde tomamos en consideración el valor de los activos y los identificamos por ubicación. De esta forma cliente y proveedor saben en todo momento cuánto dinero valen los envases y así se incentiva la recuperación de los activos y su valor.
Si quiere saber más sobre TRACK LOOP puede solicitar información aquí:
https://www.containerloop.com/tracking/
info@containerloop.com
Imagen: Pexels
David Izquierdo
CEO Container Loop